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El Sindrome del Impostor

  • Foto del escritor: psic. Claudia Silva Peralta
    psic. Claudia Silva Peralta
  • 24 abr
  • 2 Min. de lectura

Cuando sentirte suficiente se vuelve un desafío


¿Alguna vez has sentido que no mereces tus logros? ¿Como si en cualquier momento alguien se diera cuenta de que “no sabes tanto”? Esa sensación de estar "fingiendo" competencia, incluso cuando tu entorno valida tu valor, se conoce como síndrome del impostor. Y aunque no es un diagnóstico clínico, es una experiencia emocional profundamente desgastante que muchas personas viven en silencio.


¿Qué es el síndrome del impostor?

El término fue acuñado por las psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes en 1978. Se refiere a la creencia persistente de que uno no es tan competente como los demás creen, a pesar de la evidencia de éxito. Quienes lo experimentan suelen atribuir sus logros a factores externos —como la suerte o el apoyo de otras personas— en lugar de reconocer sus capacidades reales.


¿Por qué aparece?

El síndrome del impostor no surge de la nada. Hay varios factores que pueden influir:

  • Crianza y dinámicas familiares: crecer en entornos donde se exigía perfección, se comparaban los logros o se minimizaban los esfuerzos puede sembrar la duda interna.

  • Alta autoexigencia: personas muy perfeccionistas o sensibles al juicio tienden a ser más propensas a sentirse “insuficientes”.

  • Entornos laborales o académicos exigentes: especialmente cuando hay pocas referencias o modelos parecidos a ti, puede surgir la sensación de que “no perteneces”.

  • Heridas de infancia no resueltas: experiencias tempranas de invalidación o falta de reconocimiento pueden alimentar una narrativa interna de “no ser suficiente”.


¿Cómo se manifiesta?

  • Dificultad para reconocer logros.

  • Miedo constante a ser descubierta como un fraude.

  • Tendencia a sobreprepararse o evitar desafíos por temor a fallar.

  • Ansiedad y bloqueo ante evaluaciones o situaciones nuevas.

  • Comparación constante con los demás.


¿Qué se puede hacer?

La buena noticia es que el síndrome del impostor se puede trabajar y transformar. Aquí algunos caminos terapéuticos y prácticos que ayudan:

  1. Terapia psicológica: especialmente enfoques como la terapia cognitivo-conductual (TCC), la terapia basada en la compasión (CFT), y enfoques integrativos con trabajo de la herida de infancia, ayudan a desmontar creencias distorsionadas sobre el valor personal.

  2. Trabajo con la autocompasión: cultivar una voz interna más amorosa y menos crítica es clave. Kristin Neff, autora de Sé amable contigo mismo, propone prácticas concretas para esto.

  3. Regulación del sistema nervioso: muchas veces, la sensación de ser impostores está acompañada de ansiedad, hiperalerta o desconexión. Técnicas somáticas, respiración consciente y meditación ayudan a bajar el nivel de activación y recuperar seguridad interna.

  4. Reconectar con tu historia: comprender de dónde viene esa sensación de insuficiencia (y que no es tuya, sino aprendida) es un paso fundamental para empezar a transformarla.

  5. Espacios grupales de validación: compartir estas experiencias con otras personas puede aliviar profundamente el peso del autojuicio. Saber que no estás sol@ ya es sanador.


El síndrome del impostor no es una señal de debilidad, sino un síntoma de un sistema interno que ha aprendido a protegerse. Y como todo lo aprendido, también se puede transformar. Volver a sentirnos suficientes, tal como somos, es un camino posible y profundamente liberador.

 
 
 

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